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PUNTADA CON HILO, COMUNICACIÓN DE MUJERES, fue un periódico en papel que circuló en los años '90. Nos definimos feministas y "con perspectiva de clase".

Salíamos mensualmente en todo chile, también llegábamos a otros países latinoamericanos. A organizaciones de base, tanto de mujeres como mixtas, llegábamos sin costo alguno o hacíamos un trato: una sola suscripción a cambio de varios ejemplares cada mes. Las ONGs e instituciones en cambio debían pagar sus suscripciones completas.

PUNTADA CON HILO se destacaba por un lenguaje directo, cercano, claro y por manejar como sus fuentes primarias los testimonios de las propias mujeres, sus experiencias, sus formas de evaluar los acontecimientos políticos y sociales, sus denuncias, sus ideas y elaboraciones políticas y culturales. Las "autoridades" en diversas materias, no pasaban de ser un apoyo secundario -tal como las estadísticas e informes oficiales-.

Denunciamos la falsedad de la llamada "vuelta a la democracia", las manipulaciones de los partidos políticos, rechazamos la instrumentalización de la lucha popular que hicieron -y hacen- la mayoría de las ONGs e instituciones -con honrosas excepciones-. Destacamos el feminismo popular, la mirada de clase y nos esforzamos por no caer en la sobreideología que daña -desde nuestra perspectiva- las luchas sociales. Hablamos mucho desde lo íntimo y desde los procesos que hacemos las mujeres en lo personal que es lo que realmente -estamos seguras- construye lo político cuando hay organización.

viernes, 27 de junio de 2014

NIÑAS Y NIÑOS MIGRANTES EN EL MUNDO


Niños y niñas en los centros de inmigrantes
Ainhoa Muguerza Osborne/ALAI, América Latina en Movimiento
La inmigración desborda las fronteras de Ceuta y Melilla, así como los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de ambas ciudades. Se concentran entre sus paredes miles de personas, que rebasan con creces su capacidad máxima. Muchos de ellos son niños que conviven en condiciones precarias, sin satisfacer algunas necesidades básicas.
En la Declaración de los Derechos del Niño se reconoce el derecho a que el menor goce de una protección especial y que disponga de oportunidades y servicios que la ley y otros medios proporcionen con el fin de que crezca de manera saludable). Con este objetivo se aclara que “deberá proporcionarse tanto a él como a su madre, cuidados especiales” y servicios médicos adecuados para “desarrollarse en buena salud”.
Pero cientos de menores padecen las mismas privaciones que miles de inmigrantes y aspirantes a refugiados que intentan atravesar las fronteras de Ceuta y Melilla: vivir durante meses en los CETI.
Estos centros son establecimientos que dirige la Administración Pública en España. En la actualidad hay dos en todo el territorio español: uno en Ceuta y otro en Melilla, en el Norte de África.
Existen para proporcionar servicios y prestaciones sociales consideradas como básicas para inmigrantes y a aquellos que soliciten asilo. Sus orígenes se remontan al año 2000 y 1999 cuando abrieron sus puertas pero la afluencia masiva de personas los convierten en noticia y en un problema cuando se vulneran los derechos de los recién llegados; aquellos que también se consideran como básicos.
La agencia para refugiados de la ONU, ACNUR, y otras organizaciones no gubernamentales, denuncian la precariedad de estos establecimientos y la necesidad de dar una respuesta adecuada a las familias que pisan la frontera española en situación irregular.
“El principal problema es el hacinamiento”, explica Hamed, uno de los cientos de sirios que han abandonado su país como consecuencia de la guerra que asola el Estado. Ahora vive en el CETI de Melilla a la espera de lograr el estatus de refugiado. Se queja de que adultos y niños duermen agolpados en una sola habitación y de que los menores enferman con frecuencia ante la escasez de medicamentos y de atención sanitaria.
En teoría los centros están habilitados para un total de 512 personas en Ceuta y 480 en Melilla. En la práctica más de 600 se concentran en el primero y alrededor de 2.200 en el segundo. De entre todas ellas alrededor de 500 son niños. Los pequeños esperan a que se resuelva una situación que en ocasiones se alarga meses en los que conviven con miles de adultos, juegan entre las camas en el suelo y montan en los columpios del parque a falta de pupitres y escuelas en las que aprender.
A diferencia de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), los inmigrantes pueden salir de los establecimientos y regresar cuando quieran. En los CIE esta posibilidad queda anulada por su situación irregular. Un buen día, personas que han trabajado durante años sin contrato en España e incluso han formado una familia, son trasladados a estos centros en donde su estancia se puede alargar hasta 60 días a la espera de ser deportados o de permanecer en el país. De manera temporal comparten recinto junto a otros inmigrantes en condiciones opacas y con falta de transparencia como denuncian algunos colectivos y organizaciones.
El escándalo sobre la situación en estos centros salió a la luz cuando Samba Martine, una mujer de origen congoleño, murió en el CIE de Aluche en Madrid tras días de dolor y una insuficiente atención médica cuando tenía una infección por VIH. Volvió a ocurrir con la muerte de Idrissa Diallo por falta de asistencia sanitaria en el CIE de Barcelona y acabó por fallecer a las pocas horas de haberla solicitado. Y de nuevo lo hizo con Alik Manukyan, de origen argelino, que se colgó en su celda del CIE situado en la Zona Franca.
Los datos saltan a los medios en forma de tragedia. Ignorarlas no hace más que anunciar nuevos episodios que avergüenzan a la humanidad en su conjunto.
Ainhoa Muguerza Osborne, Periodista

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias  (CCS), España.

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