Tener empleo no garantiza dejar de ser pobre en Europa
X Xavier Caño Tamayo/ALAI, América Latina en Movimiento
Nadie está a salvo de la pobreza en Europa. Porque crece el
trabajo precario, disminuye el salario y se suprimen derechos laborales
mientras el paro se hace crónico en buena parte de países. Entonces se cuenta
hasta el céntimo, se va a vivir con los
padres o, los más afortunados, alquilan una habitación en piso compartido. Pero
no se pueden afrontar gastos imprevistos ni pagar la calefacción en invierno. A
duras penas, alimentarse y con frecuencia se recurre a Cáritas o a un banco de
alimentos para poder comer los últimos días del mes. Se viste la misma ropa
aunque esté deteriorada y se calzan los mismos zapatos con un agujero en la
suela. Y ni un euro para ocio: tomar un café en un bar es un lujo...
Tal vez no sea la pobreza de Oliver Twist, de Charles
Dickens, pero es pobreza.
Al inicio de la crisis, una licenciada universitaria inventó
el término mileurista: jóvenes como ella que, con formación universitaria, solo
encontraban trabajos con insuficientes sueldos de 1.000 euros mensuales. Hoy,
la legión de trabajadores pobres europeos se daría con un canto en los dientes
por tal sueldo.
En España y Europa aumentan las trabajadoras y trabajadores
con empleo, pero con sueldos de pobreza. Desapareció la creencia de que tener
un empleo en países desarrollados supone bienestar. Por el contrario, tener un
trabajo ya no evita la pobreza en el capitalismo.
En España, el gobierno del Partido Popular alardea de
reducir el número de parados, pero no explica que el paro baja por empleos de salarios
miserables. Casi una cuarta parte de personas en riesgo de pobreza de este país
tiene un empleo. Que no la libra de ser pobre. Porque el modelo de crecimiento
se basa precisamente en la precariedad laboral y los salarios de penuria. Los
fuertes recortes sociales son la otra base del escaso crecimiento.
Pero no sólo hay trabajadores pobres en España. En Francia,
tres millones y medio de asalariados necesitan ayuda alimenticia para
sobrevivir, porque la pobreza del país ha crecido y ya es superior a la de hace
veinte años. En Alemania más de ocho millones de trabajadores ganan menos de
450 euros mensuales. En 1995 el sector precario con sueldos muy bajos era un
15%, hoy es 25%. Una cuarta parte. Rafael Poch nos explicó que “el 'milagro del
empleo' alemán ha sido por la expansión de trabajos precarios y mal pagados; el
mismo trabajo se ha repartido entre más personas al convertir empleos a tiempo
completo en otros a tiempo parcial. Hoy en Alemania se trabaja los mismos
millones de horas que hace trece años, pero ocupan a tres millones de
trabajadores más”. Que cobran menos, claro.
Y todo tiene que ver con la distribución de la riqueza en el
mundo. Según un estudio de la banca Crédit Suisse, nada sospechosa de ser roja
ni antisistema, la décima parte de la población mundial (unos 700 millones de
personas) se reparten el 85% de la riqueza, mientras la mitad de habitantes
(3.600 millones) solo posee el 2%. Y un 1% de la población mundial (72
millones) posee casi la mitad del capital de la Tierra, mientras la otra mitad
de recursos y riqueza se reparte entre el 99% restante, unos 7.000 millones.
Esta obscena desigualdad creciente es fruto de la agresión
neoliberal sistemática de rescatar el sector financiero con los impuestos que
paga la ciudadanía. Imponer austeridad presupuestaria a los estados y
entronizar la reducción del déficit como nuevo becerro de oro. Defender a
ultranza los intereses de bancos, fondos de inversión y multinacionales.
Recortar el gasto público y reducir derechos sociales y laborales. Y, por
supuesto, salarios más bajos, cada vez más bajos. Además de menos reglas de
control del sector bancario y más privatización de lo público. Y, como la
ciudadanía se enoja, se limitan las libertades civiles y políticas. Más
represión.
Harvey lo llama acumulación (de capital) por desposesión (de
la mayoría). Y el humorista El Roto lo expone con su clarividente acidez cuando
uno de sus personajes grita: “Si no se puede devaluar la moneda, devaluemos a
la gente”.
O se reacciona o el desastre está asegurado
Xavier Caño Tamayo, Periodista y escritor
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
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