Salimos escapando de la violencia en lo íntimo, lo personal
y lo público
X victoria aldunate
Debí comprender cuando no vi ningún animalito en esa casona
que no era un lugar para mí… Debí comprender cuando la contestadora decía: “Te
has comunicado con la comunidad…” y miraba a mi alrededor y no había comunidad
alguna… Pero no quise comprender…
Ya en el principio del fin, hice mis cajas de libros y las
dejé listas para enviar, yo no tenía plata para ello.
Vendimos todo lo que habíamos comprado, y con eso logramos
pasar la frontera por tierra (que los pacos no preguntaran demasiado)… En el
bus al pasar el límite, recuerdo que nos abrazamos, antes habíamos discutido
como varias veces, de puro estrés y miedo. También recuerdo que unos días antes
nos habíamos abrazado en la calle, de noche - ya no recuerdo los nombres de la
calles porque los he querido olvidar. Pero habrá sido Mariscal…-. Estaba
anocheciendo y la calle especialmente desierta. Nos dijimos: estamos solas acá
y tenemos que escapar. Vamos a salir, prometí.
Hablo de mi hija y de mí. Ella había sido detenida en el
marco de denuncias que ella y otras hacían al montaje del Estado boliviano y su
Gobierno contra jóvenes anarquistas prisioneros políticos en ese tiempo.
Pasé por fiscalías esperando que las jóvenes declararan, y
busqué comida vegana –algo muy difícil en La Paz- para llevarle a las chicas
detenidas –todas animalistas-. Había hablado con una madre enojada para que
comprendiera que su hija había sido detenida injustamente, madre con la que
después nos hicimos buenas conocidas (no hubo más tiempo para ser amigas y lo
siento).
La noche que nos abrazamos con mi hija en la calle con
incertidumbre fue luego de una larga reunión con abogados que me habían
recomendado no escribir más mis artículos sobre Bolivia, borrar mi disco duro
completo y quemar cualquier ropa que las chicas que habían sido liberadas
recién hubiesen usado en la marcha de apoyo a las comunidades del TIPNIS…
Tuve miedo, ya he vivido dictaduras y eso era lo mismo, pero
peor: sin Vicaría de la Solidaridad, sin un fuerte Movimiento social que
apañara, siendo extranjeras, específicamente “chilenas” por cédula de identidad
justo cuando el montaje hacía la relación entre anarquistas chilenos y
bolivianos. Otro dato más, no menor, era que los movimientos “progresistas”
latinoamericanos le colocaban toda la fianza a Evo –lo siguen haciendo-.
¿Podría ser que nadie en el mundo político de las izquierdas, nos escuchara? Sí
podía ser, era, es, fue y sigue siendo.
Y la peor paradoja: Las feministas de La Paz del “Feminismo
Comunitario”, nos habían dado vuelta la espalda desde lo íntimo a lo público.
En lo íntimo, Julieta Paredes que hasta ese momento –disque-
hacía pareja conmigo, cuando le encaré la detención de mi hija y otras dos
jóvenes por su gobierno, dijo: “¡Y quién mandó a tu changa a meterse en eso!”,
revelando por fin todo el desprecio que le tenía. Es que la mujer adulta que es
–descubrí con el tiempo- no tolera a las jóvenes contestatarias… imagino que
envidia –a falta de juventud propia- a las jóvenes fuertes, plantadas en sus
pies, que confrontan y debaten.
Mi hija, de sólo 18 años entonces -que a los 15
alguna vez la había admirado, una adolescente a la que Julieta había manipulado
en el pasado para que yo no la abandonara luego de las primeras agresiones-, mi
hija “era peor” que yo, y estaba en el ojo de su huracán violento. (Lo que
finalmente, a mí me enorgullece de mi hija: que sea de las peores, de las que
no se doblegan y de las que se rebelan).
Fueron tiempos en que yo estuve amarilla de furia. Y es que
yo imagino que las furias, esas mujeres depositarias de la venganza ante hechos
deleznables, deben haber sido enteras amarillas, pues sus hígados no pueden
haber tolerado tanta ira. A mí, la ira de la humillación, de la vivencia de
violencia, de la culpa de haber llevado a mi hija hasta allá, me embargaba. Fue
un síndrome hepático autoinmune que se tomó mi cuerpo explícitamente. Podía
morir y no tenía fuerzas.
En lo personal, la Asamblea feminista comunitaria de La Paz
no sólo toleró la violencia machista que vivimos mi hija y yo, si no que la
socapó (una palabra que aprendí concretamente en Bolivia). Entre otros hitos,
la última vez que les vi a varias feministas comunitarias juntas, fue el día
que fui a rendir cuentas y a entregar mi trabajo en un proyecto de Casa de
Acogida que creo que no llegó a ser –aunque no lo sé realmente-.
Fue en el Café Carcajada: En reunión en una mesa, varias y
yo, una de ellas increpandome no recuerdo qué… En otra mesa Julieta siendo
calmada por otra comunitaria, pues al pasar por mi lado había dicho algún
insulto. Debo confesar que no recuerdo exactamente qué dijo o hizo, pues parece
que en mí era mayor la impresión de estar viviendo eso. Recuerdo que otra
comunitaria me dijo con una actitud que me pareció de vergüenza entonces: “si
quieres te vas no más Victoria…”. Yo, terca como soy, dije que no, que
terminaría de rendir cuentas y sólo entonces me iría. Al salir, luego de
entregar el respaldo de cada peso gastado en ese proyecto, y haber dicho que me
iba y ya no quería nada con ellas ni de ellas… Una integrante me fue a dejar a
la puerta y me dijo algo como: “Sí, es verdad, Julieta ha sido muy machista,
mejor que te vayas”. A esas alturas, ni respondí.
Lo que viví dentro de ese lugar tan denso, me mantuvo
confundida un buen tiempo: Habían sido 8 ó 10 feministas comunitarias
participando silenciosas y cómplices del agravio y humillación a otra feminista
que había sido, hasta ese momento, una compañera de ellas (yo).
En lo público, hubo avisos anteriores que no valoré ni
sopesé, donde otra líder comunitaria fue testigo de una escena violenta de
Julieta contra un taxista, en la que yo viví su violencia celotípica, ya que
ella había visto algo mío con el taxista (¡!), y la otra líder del Feminismo
Comunitario, no sólo se lo calló, sino que al parecer le habría dicho a Julieta
que “estuviera tranquila, que ella no hablaría del hecho” (esto, según la
propia Julieta me relató, días después, cuando la increpé por la escena).
Imagino que la mirada de la otra líder feminista comunitaria es de esas
“percepciones” que creen en la ”Violencia Cruzada”… (¿O tal vez ni eso, sólo
compartir el Poder?).
Escuché varias veces improperios machistas y xenofóbicos y
muy ofensivos políticamente para una mujer como yo, ex presa política de la
Dictadura de Pinochet, feminista de clase, autónoma y antirracista desde antes
siquiera de saber de la existencia de Julieta, ni de comunitaria alguna.
Hace casi tres décadas, con otra compañera (Beatriz) acá en
este territorio de Walmapu, ya habíamos creado un periódico llamado “Puntada
con Hilo” y hablábamos de “puntadas” y “tejidos”, de “Nuestra Historia”,
“Política de Mujeres” y de que “las Mujeres somos la mitad del mundo”, etc.
En ese tiempo nos negaron e invisibilizaron otras
feministas, de hecho ni nos nombran en los recuentos institucionales, ni en los
alternativos tampoco, pero ella, Julieta Paredes, directamente, ni aparecía en
mi mapa.
En la vida parejil, íntima, personal y pública, las
actitudes dogmáticas de Julieta tiñeron sus agresiones contra mi hija y contra
mí con lugares comunes que definen como “su enemigo” a toda la que no coincide
con su percepción y expectativas.
Basaba su xenofobia racista en el color que ella le imprimía
a nuestras apariencias, y también –más de una vez- en lo que decía nuestra
tarjeta de identidad por nacionalidad. Aunque después se disculpaba y decía que
“amaba a todos nuestros pueblos”, cosa que me costaba entender, pues no tengo
patria –desde que recuerdo-, no tengo bandera, no me creo chilena, hablo de
clase y territorio, y creo en la memoria y la historia íntima, individual y
colectiva.
Junto con todo esto –y más-, lo más doloroso –en lo íntimo,
personal y público- para mí fue la detención de mi hija luego de su
participación política feminista y antirracista en la marcha que duró mes y
medio desde el TIPNIS a La Paz. Una represión burda y cruel a ella y a otras
por parte del Gobierno apoyado por el “Feminismo Comunitario”. Y las feministas
comunitarias no se quedaron atrás en crueldades, al menos en nuestro caso,
cuando –desesperada- les solicité explícitamente apoyo en cosas concretas como
presentar unos documentos que aliviarían la causa, no dijeron que No, pero
luego de decir que “sí, que ya, que tratarían”, ya no contestaron más sus
teléfonos.
Luego de eso yo tampoco, nunca más, contesté sus llamadas ni
mensajes electrónicos, partiendo por su líder. (Eso hasta hace un par de
semanas que me llegaron las denuncias a mi correo electrónico).
La memoria e historia sería inmensamente larga, y así como
han salido retazos en algunos de mis poemas, cuentos, artículos, talleres,
alguna vez será completada, pero no esta vez.
Hay muchísimo más que decir, no soy la única que vivió esto,
también está mi hija –es otra perspectiva, desde otra edad, otro cuerpo, otro
lugar-. En lo que sí estamos de acuerdo ambas, mi hija y yo, es en que fue
violencia la que nosotras vivenciamos en La Paz de parte de las feministas
comunitarias, siendo nosotras –ambas- también feministas.
… Comprendí que eso no iba a cambiar y que se iba a repetir
con otras, el día que oyó que yo la dejaría, entonces llegó a torturar a mi
hija no dejándola estudiar, gritando, tomando, insultando... Llevé a mi hija a
una pieza conmigo y nos encerramos mientras le pedía perdón por todo eso.
Teníamos miedo y oíamos como quebraba los vidrios del primer piso y profería
improperios… Los quebró todos. A los días pidió perdón. Siempre lo hacía. Esa
vez le dije que sí por miedo a su venganza y comencé a planear en silencio
nuestra huida… luego vino el montaje y todo lo dicho anteriormente.
Siempre me defendí, nos defendí, defendí a mi hija con
palabras (que no me faltan). No soy buena, pura ni dulce. No violenté, sí
discutí, debatí, estuve en desacuerdo, dije que NO. Le mostré que lo que hacía
era violencia. Entonces “me lo merecía”. Es que “Yo miraba a sus amigos”, “Iba
a volver a los hombres”… “la dejaba en vergüenza con las cosas que escribía”,
“debía callarme mis opiniones porque no soy boliviana”, “le había quitado el
grupo de Cochabamba –como el grupo era de ella-“… en fin...
Esta historia feminista antirracista tiene un aspecto
sanador también. Las compañeras feministas de Cochabamba jamás me abandonaron,
pese a no saber mucho de lo íntimo, pero sí conocerme, quererme y respetarme, y
algo importante también: junto con ellas, casi cuatro años, hicimos feminismo
autónomo contra la violencia machista en lo íntimo, personal y lo público.
Estuvimos en la calle y pronunciándonos contra violencia machista y racista del
Gobierno de Bolivia.
Gracias a esas compañeras y a dos compañeras de La Paz -no
las nombraré para protegerlas-, obtuvimos los documentos que necesitaba mi hija
como extranjera para que la liberaran y salimos de Bolivia. Antes, se me habían
cerrado todas las puertas laborales. De las compañeras de Cochabamba recibí
dinero para el médico, para comer y pagar cuentas los últimos días que
estuvimos obligadas a habitar la casa de Julieta. (Suerte que ella ya no
estaba. Se había ido, yo lo agradecía, aunque sólo mucho después me enteré por
qué. Se había ido porque ya desde antes de terminar nuestra relación – y
agradezco a quien corresponda- se la había llevado una nueva vida parejil, como
es su ideal de vida.
También me enteré hace poco que mis libros queridos
llegaron de vuelta a mi casa gracias a una compañera del Feminismo Comunitario
que los llevó a Arica).
Mi madre, siempre con nosotras, nos pagó los pasajes de
vuelta a casa. Mis compañeras históricas feministas autónomas de memoria feminista,
de kallejeras, y mis lamngen de santiago y walmapu, nos recibieron y nos
sanaron en lo concreto y en lo simbólico. Mi amigo Jano me reparó computadores.
Con sus flores la Marcia Mashi, con sus imánes y la medicina alternativa la
Erika, con la publicación de mis libros y fanzines la bella Nataly, con sus
exámenes médicos y recomendaciones la Berna, con su amistad la Ceci, con su
cariño la Shana, la Yoya. Actualmente varias más, compañeras que me buscaron y
me invitaron a llevar adelante talleres y acciones desde que volví hasta hoy,
aunque había –y hay por parte del “Feminismo Comunitario” y sus “tejidos”-
serias restricciones para que se me invite a cualquier parte.
Es difícil hablar de lo sanador sin recurrir otra vez a lo
enfermante: El desprestigio y el ostracismo, el silencio y la indiferencia en
lugar del debate político, son prácticas políticas que siempre se aparean
heterosexualmente con el masculinista matonaje y caudillismo, aunque surjan de
mujeres. (Por ejemplo el “Primer Encuentro Lesbofeminista del Sur” en
Concepción para el cual mi palabra fue omitida*... en Lo Hermida donde fue
malquerida y malvenida –y cómo no!!!-, y en Temuco en un momento. Yo,
acostumbrada a ser malquerida, lo sobrellevé, y apareció otro Lo Hermida, otro
Concepción y otro Temuco… Así es todo, pasa agua bajo el puente, la gente
cambia, observa y reflexiona. (Primero pregunte, le recomiendo, no tome
partidos antes de tiempo, que los Partidos son masculinos siempre, aunque se
vistan de mixtos y de feministos).
Debo decir, que siempre me hizo ruido cuando mujeres que
misóginamente odiaban al feminismo y a las feministas -tal vez desde su propio
dolor femenino-, solían decir cuando escuchaban a Julieta Paredes declamar su
discurso: “Este feminismo sí me gusta, este sí, el otro no…!”. Parecía que el
Feminismo radical, el feminismo materialista, es lesbofeminismo, el feminismo
autónomo, el feminismo anarquista, históricos todos, con memoria, seguían
encarnando en la comprensión del discurso comunitario de esas mujeres, un “feminismo
malo”, mestizado políticamente, de brujas, locas, putas, lesbianas, bigotudas y
peludas, poco femeninas, separatistas… y el otro en cambio, el presentado por
Julieta era… ¿“el puro”?...
Complejo porque muchas de esas mujeres no
trepidaban luego, ya “empoderadas, en afirmarse desde las políticas de “Género,
Equidad, Igualdad de Oportunidades, Empoderamiento, Derechos Reproductivos…” y
toda esa ingeniería política generista neoliberal, colonial y colonizadora.
Todo cae por su propio peso. ¡Sabias era mi abuela y es mi
madre que me enseñaron esto, y así aprendí a manejar mi impulsividad y
frustraciones. Esperé tranquila. Era cuestión de tiempo.
En lo personal, decidí contarles hace unos años a
lesbofeministas de Temuco y hace poco a lesbofeministas de Memoria
Antirracista. También a un compañero y a algunas compañeras de trabajo, que son
también compañeras políticas. Hace mucho lo había relatado íntimamente a mi
amiga Marcia Mashi y a mi amiga Cecilia, a la compañera Nataly y lo habíamos
hablado como compañeras con Francia. Y por su puesto con Paola Melita.
Lo había denunciado políticamente en poemas, cuentos,
artículos y talleres, desde otras perspectivas y desde hace años (siempre
escuchó la que quiso escuchar).
Sería bueno hablar por fin, políticamente, de nosotras, oprimidas-opresoras,
nada de pureza, todo de memoria; de nuestros narcisismos colectivos y sociales
que distorsionan percepciones y producen dolor con discursos que pisotean las
vivencias.
El mundo No nos debe todo, y no comienza ni termina en el
ombligo de nuestras opresiones. Gracias a todas las diosas paganas, la
Ideología no es Vivencia.
Lo personal es político, como siempre ha sido.
Agradezco a las feministas comunitarias antipatriarcales, el
envío de los documentos de la ruptura del “Feminismo Comunitario” hace ya un
tiempo, haberlo hecho público y habernos dado esta oportunidad de debate y
reflexiones feministas.
Con mi hija sentimos su dolor pues lo vivimos antes que
ustedes y no hace mucho me enteré que otras también lo habían vivido antes que
nosotras. Y como me dice Nataly: “otras lo estarán viviendo con otras mujeres y
hombres de sus movimientos políticos (Nada nuevo bajo el sol).
Victoria Aldunate, lesbiana feminista antirracista,
escritora y terapeuta
* ( Sobre el “Primer Encuentro Lesbofeminista del Sur” en
Concepción, mi palabra que -entiendo- es sólo una entre muchas, sí fue omitida.
Desde mi perspectiva, fue una omisión política, aunque no en lo formal, ya que
recibí correos informativos. Creo que es una conversación que podemos tener
políticamente con las compañeras que lo organizaron en ese tiempo y que sería
deseable ampliarla a una mirada sobre qué palabras omitimos, desde que
convicciones, ideas, etc. El tema de esta de esta nota relato personal es otro
y por ello, dejo hasta acá mi aclaración).