¿Será la expresión “soldado gringo” sinónimo de pedófilo?
Uno de los efectos del informe de la Comisión Histórica del
Conflicto y sus Víctimas ha sido poner de actualidad la polémica sobre la
nefasta presencia militar norteamericana en el suelo colombiano y sus
consecuencias dramáticas para las mujeres que tienen la mala suerte de cruzar
el camino de soldados y contratistas.
Renán Vega Cantor (1) en su informe sobre la responsabilidad
de los EE.UU en el conflicto social y armado recuerda el caso de las 53 niñas
de Melgar y Girardot, municipios cercanos a la base de Tolemaida, violadas por
soldados o mercenarios gringos. Este escándalo explotó ante la opinión pública
en el 2007 pero hasta hoy, a pesar del repudio general, los culpables gozan de
una vergonzosa impunidad. (2)
La historia de Olga Lucía Castillo, la valiente madre que
denunció la violación de su hija es ya bien conocida. Numerosos medios hicieron
eco de sus denuncias, de las amenazas y los desplazamientos que tuvo que
soportar por atreverse a denunciar; de la negativa de las autoridades
colombianas a atender su caso, hasta el punto que le fue negada la inscripción
en el registro único de víctimas.
Si a pesar de que este caso fue ampliamente divulgado y de
alguna forma la opinión pública se ha pronunciado a favor de las víctimas, no
han recibido beneficios ni la más mínima protección, es de pensar que miles de
víctimas anónimas han preferido callar y viven en total desprotección.
El inadmisible hecho es solo la punta del iceberg de una
realidad fomentada y cuidadosamente solapada por la administración militar
gringa: La prostitución organizada alrededor de las bases norteamericanas (3)
es justificada por la administración militar con el eufemismo de “las
necesidades sexuales” de sus soldados. Estamos ante el mayor proxeneta del
planeta.
En Colombia como en Irak, Corea del sur o Filipinas, el
ejército US no solo se contenta con cerrar los ojos sobre la
multiplicación de burdeles y los delitos (considerados menores) cometidos por
sus tropas, sino que fomenta redes de prostitución que se alimentan de niñas y
niños pobres de las poblaciones ocupadas. Los tratados de inmunidad que han
impuesto a los gobiernos arrodillados se constituye para los soldados en
permisos para violar, matar o robar. Raptos y violaciones se vuelven entonces
actos cotidianos.
No es difícil averiguar por qué los alrededores de las bases
ocupadas se volvieron inseguras zonas rosas, donde ya las niñas no pueden salir
solas a la calle.
En Tumaco los líderes comunitarios han denunciado en el 2013
que los militares gringos están detrás de la prostitución de menores. (4)
En Puerto Salgar, sede de la base de Palenquero, se ha
demostrado la existencia de sitios en internet dedicados a ofrecer servicios de
prostitución con catálogos de mujeres y niñas de este municipio.(5)
En Solano, municipio cercano a la base de Tres Esquinas, la
taza de violaciones a menores es una de la más altas del país... aunque no se
precisa procedencia de los victimarios, es fácil sospechar de los soldados. No
olvidamos que en Tres Esquinas opera la empresa contratista Dyncorp (6),
involucrada en redes de prostitución en Bosnia.
Y ahora Cartagena es el escenario de un nuevo escándalo de
prostitución que involucra a agentes de la DEA en bacanales organizados por
narcos. (7)
Estos hombres que se quieren hacer pasar por los salvadores
de la democracia en el mundo, se comportan como bestias pedófilas cuando
sienten que el peso del castigo no les cae. ¿Dónde está entonces la rectitud
moral que tanto predica su industria mediática?
La actuación de los norteamericanos refleja la total falta
de respeto que les inspira Colombia y su pueblo. Se comportan con la
prepotencia de una fuerza de invasión, cobardemente protegidos por un acuerdo
de inmunidad escandaloso e ilegítimo. La presencia militar norteamericana en
Colombia es desde todos los puntos de vista nefasta.
Las FARC-EP planteamos la necesidad de que los Estados
Unidos retiren sus tropas, sus asesores militares y sus mercenarios de nuestro
suelo y que reparen los daños causados por su política de intervención.
Sin duda, la mujeres somos una vez más las que sufrimos las
consecuencias de la militarización de la sociedad. No podemos ni debemos callar
ante tales atrocidades.
Las víctimas de los soldados extranjeros son víctimas del
conflicto y deben ser reconocidas como tal. El Estado norteamericano debe
aceptar su responsabilidad y reparar a las víctimas. En cuanto a la garantía de
no repetición, solo será realidad cuando el último mercenario haya dejado el
territorio patrio de Colombia.
1.Injerencia de los Estados Unidos, contrainsurgencia,
terrorismo de estado (p. 746)
2. El Acuerdo de Misiones Militares en 1975, garantiza la
inmunidad para el personal militar estadounidense y para los contratistas que
operen en suelo colombiano a cambio de la ayuda militar y financiera.
3. Debra McNutt, la prostitución militarizada y la ocupación
de Irak http://www.rebelion.org/noticia.php?id=54447
4. Noticias caracol 23 de octubre 2013 http://www.caracol.com.co/noticias/regionales/militares-de-eeuu-estarian-detras-de-prostitucion-de-menores-en-tumaco/20131023/nota/2000632.aspx
5. Informe del Movimiento Social contra la Guerra y por la
Paz (2010)
http://generoconclase.blogspot.com/2010/08/aumenta-prostitucion-en-municipio-donde.html
7. semana.com 28 de marzo 2015 http://www.semana.com/nacion/articulo/las-bacanales-de-la-dea/422417-3
Fuente: Mujer Fariana
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