Como Coordinadora
Feministas en Lucha nos manifestamos otra vez en las calles y en marcha, con el
propósito de cuestionar y disputar el sentido de este 1° de mayo en contextos
actuales. Lo hacemos desde nuestra conciencia clara que no trepida en reivindicar la lucha de obreras
y obreros quienes han batallado duramente, a través de la historia, para ganar derechos y condiciones dignas en
sus labores, precariamente asalariadas, en distintas etapas del desarrollo
moderno de nuestras culturas y sociedades latinoamericanas.
Las mujeres, en este marco, pareciéramos haber ocupado un
lugar silenciado y minoritario frente a una presencia evidente de hombres. Sin
embargo, es un hecho que nosotras hemos
sido y somos trabajadoras a boca llena.
Nos hemos subido al carro del trabajo fuera de las casas, en distintos
contextos y épocas, pagando un alto costo que se manifiesta en una amplia
diversidad de experiencias como sujetos femeninos subvalorados en la cultura patriarcal/capitalista
en el transcurso de siglos: doble/tripe jornada de trabajo, en la que una de
ellas (la producción afectivo sexual), no ha tenido NUNCA remuneración, por
ende pareciera no tener estatuto de tal ni reconocimiento.
De este modo, como Coordinadora, nos declaramos en
continuidad histórica al denunciar en este presente los desastres del presente sistema
tardo-capitalista hetero-patriarcal depredador de las vidas y de la potencial
felicidad de hombres y mujeres en sus diferencias culturales. Un sistema que no trepida en precarizar, excluir e hipotecar las condiciones de vida de todos,
especialmente las de mujeres en sus singularidades de clase, etnia, generación y
formación educacional, así como de quienes se escapan de las normativas heterosexuales: trans,
bisexuales, lesbianas, homosexuales, queer y rar@s en sus anchas
manifestaciones diversas.
Este modelo tardo-capitalista, reproductor de violencia y
explotación, se hace uno con el sistema sexo-género. Ha llegado a convertir al
capital dinero y a los ejercicios de poder ligados a este, en un centro de la vida, en una tiranía, como
si no existiera otro modo de conformar sociedad humana. Junto con ello, Chile
es uno de los países que ostenta enorme desigualdad salarial en su composición social. Este
sistema se ha sostenido en la división sexual del trabajo y en esta perversión,
las mujeres, sujetos sociales, hemos quedado subvaloradas históricamente. Sin
embargo, la realidad es más porfiada y denuncia que hemos sostenido el peso de
una triple jornada laboral; hemos
recibido menor remuneración por igual desempeño con respecto a los hombres;
hemos asumido la labor de lo que las
feministas denominamos “producción afectivo-sexual”, haciéndonos cargo de la
formación material, ética y valórica de las y los hij@s, teniendo a cargo, muchas veces, el cuidado de madres y padres empobrecidos, ancianos
y enfermos. Creemos que estas experiencias de trabajo NO remunerado ameritan
ser reconocidas como trabajo, puesto que forman parte de las ganancias, en el
concierto internacional, acumuladas por las Naciones/Estados.
En el presente, son múltiples las tiranías padecidas por mujeres y las diferencias sexuales/ culturales
en ámbitos laborales y por ende, múltiples las violencias generadas en ellos. Estas
ocupan un amplio espectro y van desde la
exigencia de exámenes de embarazo, del cuerpo perfecto como norma sexual, del vestuario
femenino a la moda, del carnet de
sanidad, de la apariencia femenina a ultranza, de la enorme productividad obligatoria
para paliar el hecho de ser mujeres. De esta
manera, nos convertimos en objetos de consumo y venta para las empresas capitalistas e
instituciones vampiras de todo tipo. De paso, resultamos ser un sitio para el
acoso de diverso origen: moral o sexual. Por otro lado, prostitutas y
prostitutos siguen siendo violentados físicamente y nadie responde frente a
estas realidades del trabajo marginal
silenciado; las y los inmigrantes, cada vez en mayor crecimiento en este país,
forman parte de esas zonas innombradas dada la conveniencia de su explotación para ensanchar el capital
voraz; l@s transexuales son negados y menospreciados por sus identidades
tránsfugas, las que resultan incómodas para el sistema laboral heterosexista, por
ende, les impiden el acceso al trabajo
digno. Resulta paradójico que el Estado y su ley antidiscriminación no haya
dado aun solución alguna a nuestras problemáticas.
Por todas estas razones y denuncias llamamos a la integración
de todas y todos en la continuidad de las luchas sociales-culturales-laborales
y políticas feministas; llamamos a crear instancias y acciones múltiples que
logren exponer, en carne viva, la diversidad de las cruentas realidades
laborales que nos desafían hoy, tiempos capitalistas salvajes tercermundistas y
patriarcales, tiempos que nos compelen a imaginar transformaciones en las que
todas, todos y todes seamos protagonistas diversos de esta historia y lucha presentes.
Coordinadora Feministas en Lucha
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