Memorial cementerio general de santiago, 11 de septiembre de 2013 (foto: v.a.) |
A 40 años, más que nunca, elijo el Imperdón
x victoria aldunate
Esta correría de perdones a 40 años del
golpe fascista suena más a pechoñería que a terapia y huele a su mierda. Es un
perdón facineroso muy bien guiado por el circo electoral que se nos viene.
En lo personal no les perdono los
champañazos mientras nos perseguían, tampoco la delación y el silencio
cuando nos allanaban, ni las sonrisas mientras se llevaban a los vecinos que
devolvían acribillados. Eso y más perpetró mis cicatrices.
Memorial, "pidan todo el perdón que quieran, pero digan dónde están, 11 de septiembre de 2013 (foto: v.a.) |
La memoria del Imperdón no es simbólica,
relativa ni diversa. Es corporal, material, concreta. Y no es interpretable…
¿Qué interpretación podría dársele a las
violaciones con ratas y perros, a las quemaduras de cigarrillo en el cuerpo, a
cuerpos engrapados, a la corriente en los genitales, en la boca y los oídos, a
colgar por horas al torturado de manos y pies amarradas, a sumergirles en
líquidos podridos y en excrementos, a gente lanzada desde helicópteros viva o
muerta, a secuestros de guaguas, a mujeres a la que hicieron abortar
a golpes…?...
Eso no fue relativo. Es biografía y
geografía concreta.
La herida fascista se lleva en el cuerpo
y es territorial. Es una herida memorial de crímenes, resistencia y rebeldía.
No vamos a perdonar a nombre de quienes
quedaron congelados en unas fotos que preguntan DÓNDE ESTÁN…
Cementerio general de santiago, 11 de septiembre de 2013 (foto: v.a.) |
¿Perdonar como si pudiésemos detener
sensaciones, emociones, sentimientos de todo un pueblo en revolución que fue
truncado con metrallas?
¿Cómo perdonar cuatro décadas
neoliberales cuando hasta jóvenes en lucha aprendieron a hablar en difícil desde
el tullido escalón de clase que ganan con todo ese crédito que pagarán de por
vida y que les ha servido para que parezca que ya no son de la pobla… Si
jóvenes que siguen en la pobla utilizan el 11 sin detenerse ni un segundo en la
memoria?...
Imagen de Mónica Benaroyo Pencu, Memorial en Cementerio General de santiago, 11 de septiembre de 2013 (foto: v.a.) |
Hubo un tiempo en que la población, la
Toma, no fueron vergonzosas sino dignas. Sin pavimento, pero bien caminadas por
la educación popular que no tenía giro comercial ni nombre institucional de
ONG, ni personalidad jurídica. Tampoco cundían los créditos y menos los malls.
Tengo grabada una memoria de debates
entre políticos que no eran melosos y domingos de trabajos voluntarios contra
la sedición. Es una memoria de construcción para devenir a otro lugar. No sé si anunca
jamás o a un socialismo más utópico que real, pero lo que sí sé es que no
fue para venir a dar a este E$tado de Dere$ho del terror disfrazado.
He nutrido mi memoria con la de otras un
poco más viejas y sé que las más jóvenes se nutren con la nuestra. No hay que
haberlo vivido para entender que esa construcción política ni en sus peores
pesadillas imaginó la población neoprenera -ahora pastabasera-, que
de revoluciones mutó en negaciones y carteles de la droga. Nunca planeó la
miseria disfrazada de créditos, ni deseó a sus niños y niñas una infancia con
la bolsa de neoprén inflada en la cara, y jamás hubiera soñado con su hombre
nuevo, individualista, aspirante a una clase media arribista, que de
tantas frustraciones, terminaría en un ruco fumando pasta base, dolorosamente
aislado.
No hay que haberlo vivido para sentirlo, Memorial cementerio general de santiago, 11 de septiembre de 2013 (foto: v.a.) |
“Apagón cultural”, le llamaron en un
tiempo a este espanto desatado. Comenzamos a vivir en un país en que hasta “La
novicia rebelde” fue censurada. Me acuerdo que el desenlace editado por
los sirvientes televisivos de los milicos, dejó pasar sólo hasta la escena en
que Julie (Andrews), la monja enamorada y Cristopher (Plummer), el antifascista
barón que se negó a izar la bandera nazi, se besaban por primera vez. Cortaron
cuando la novicia, el barón, los niños y niñas, burlaban a la Gestapo bailando
y cantando. Supe cómo terminaba esa película sólo un par de décadas más tarde
porque fueron 17 años en que ya no estaba para historietas. Eso se había
quedado enterrado junto con los libros que hubo que esconder. Se había quemado
en las piras de sueños brujos que nos destruyeron en cada allanamiento. Se
había muerto junto con las mascotas que nos acribillaron. Había desaparecido
como los compañeros, las jóvenes rebeldes y los niños cuyos cuerpos aún no se
sabe DÓNDE ESTÁN, o cuyos restos yacen momificados.
Colocada ya la bandera nazi en versión
criolla por 17 años en $hile, ésta ha seguido izada por otros 23. La gran
entrega a los mismos que fraguaron el golpe, fue máxima. Muchos chiquillos
y chiquillas que de patear piedras habían pasado a prepararse para la
autodefensa ante la tortura, fueron avisados de que se cancelaba el
legítimo derecho a la rebelión porque una farsante alegría negociada ya
venía.
Las cicatrices nos recuerdan quiénes
somos cuando la geografía intoxicada, lo niega, cuando nuestra biografía las
borra. Adentrase en ellas, bucearlas…
El Imperdón no es un gesto o pura
testarudez, es un proceso de memoria. Las mujeres abusadas
organizadas en autoayuda colectiva han hecho ese camino en distintas partes de
la tierra. Muchas han decidido no perdonar, han sanado y nos han regalado esa
sabiduría a otras sobrevivientes. (Hay mucho que aprender de las mujeres en
comunidad).
No perdonar ni coquetear con la
hipocresía puede conservarnos la dignidad en vez de hacernos vivir en la
constante humillación. El Imperdón puede confrontar la negación que se toma
nuestro territorio y salvar nuestra biografía y su legítimo derecho a la rebelión.
El Imperdón es memoria, cuerpo, acción
colectiva. Es reconocer que el Golpe quebró el territorio, que está latente
(late), que aparece siempre y de manera errática porque se ha intentado borrar
su depredación. Sólo reconociendo y reconociéndose, se descubre el verdadero
impacto, el grado de devastación y a la vez la capacidad de resistencia que
tenemos. Es no avergonzarnos de haber sido víctimas y saber que no es todo lo
que somos. Es restituir la biografía y la geografía de quien sea que seamos desde
lo íntimo, lo personal y lo público… ¿Quiénes somos? Se puede descubrir, crear
y re crear sin aterrorizarnos. Nos han diseminado, pero hemos sido pueblo
resistente. A pesar de los pesares, somos sobrevivientes.
Puede ser notablemente restaurador el
camino del imperdón. Es un proceso que hay que hacer para saberlo. Yo elijo el
Imperdón.
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