A nuestros amigos y amigas, compañeros y compañeras:
Somos la familia de Tamara Sol Farías Vergara. Como
ustedes ya están informados, Tamara se encuentra prisionera en la cárcel de San
Miguel desde el 22 de enero de 2014. En la visita del lunes 16 de junio,
que era sólo de la familia, tuvimos serios problemas con gendarmería, por
el trato vejatorio al que fuimos sometidos. A la abuela de Tamara, Luisa,
que tiene 75 años, la carcelera que la revisó la hizo desnudarse y
hacer sentadillas, reprochándole que usaba mucha ropa. Cabe
mencionar que el lugar donde las prisioneras reciben a sus familias es un
gimnasio techado pero abierto en ambos costados, donde entra el viento y la
lluvia, mojando todo el piso y generando un ambiente gélido y húmedo extremos.
Luego, esa misma funcionaria, gritoneó a la visita de otra interna porque
su bebé de meses estaba cagado al momento de la revisión, gritándole que ¡eso
no podía ser, que tenía que mudarla antes de entrar! Esa madre llegó
llorando al gimnasio destinados a las visitas.
Ana Luisa, la mamá de Tamara, fue más violentamente tratada
porque fue revisada y desnudada junto a otra persona y, además porque llevaba
puesto un cinturón de lino que la gendarme la obligó a botar o de lo contrario
tenía que retirarse del recinto, alzando la voz y chispeando los dedos en forma
prepotente. Ante tan provocadora conducta de la carcelera, Ana botó
violentamente a la basura el cinturón y le señaló a la funcionaria que sólo en
ese lugar ella podría abusar de ese poder, pero que en la calle no era
nadie. Este gesto de rabia, producto de la impotencia, fue
considerado como una “grave falta de respeto a la autoridad”, negándole la
posibilidad de entrar a ver a su hija. Los abuelos de Tamara, Luisa y
Manuel, ya habían entrado a ver a Tamara, pero al enterarse ellos de tal
medida, en mutuo acuerdo se retiraron de la visita para increpar a la
mujer-gendarme por su estúpida postura altanera frente a las visitas de
las presas y su enfermiza necesidad de ser reconocida como “autoridad”, y
dejarle en claro que ella ni ningún uniformado es autoridad de nosotros.
Ambos abuelos también fueron amenazados con las penas del infierno y llevados a
lo “altísimo superior” de los carceleros para que nos aplicara el castigo
correspondiente.
Tamara, luego de enterarse del trato indigno y el abuso de
poder por parte de los gendarmes hacia su familia, realizó un osado acto
de dignidad, propio de su grandeza como ser humana, en el ejercicio de su
dignidad y en defensa de la nuestra. Pidió una entrevista con la
comandante del penal, le expuso su queja por el maltrato hacia su familia,
dejando en claro que su familia no tiene por qué ser basureada y amenazada
constantemente por los funcionarios amparados en el uniforme y los protocolos
de revisión hacia las visitas, sellando su reclamo con un escupitajo en la cara
de la comandante del penal y a la de su subalterno a cargo y luego se bajó los
pantalones y les mostró el poto (acción conocida como un “cara pálida”) como muestra
de lo humillante que significa para las visitas tener que desnudarse frente al
personal, agacharse y mostrar sus partes íntimas y así desnudas, hacer
sentadillas, a pesar que cuentan con métodos modernos para detectar metales
(arcos en las puertas de acceso, silla-scáner donde nos debemos sentar y
paletas).
Tamara fue castigada por siete días sin visita. Por su
lado, Ana, la madre de Tamara, fue castigada durante tres meses sin visita,
aludiendo los uniformados que habría “amenazado de muerte a la funcionaria”, lo
que es absolutamente falso. Actualmente estamos gestionando la denuncia y
la apelación a tan abusiva medida, a través del Instituto Nacional de Derechos
Humanos y también ante la propia institución de gendarmería.
Otro punto que queremos dejar en claro es que Tamara fue
golpeada hace un mes atrás por dos mujeres internas, ella no pudo defenderse,
pero igualmente fue castigada sin visita por dos semanas. En esa ocasión
solicitamos el traslado de Tamara a otro módulo, sin embargo, las que
resultaron trasladadas a otro penal fueron las agresoras.
Pero ahora, en esta ocasión no dejaremos pasar esta injusta
situación porque nos parece que ya hemos llegado a un límite peligroso de
pérdida de nuestra dignidad frente a la despótica postura del personal de
gendarmería.
Como familia Vergara Toledo, denunciamos públicamente el
constante hostigamiento y abuso de poder de parte de los funcionarios de
gendarmería, no tan sólo hacia nuestra familia sino que hacia todas las visitas
de las mujeres que están recluidas en la cárcel de San Miguel. Entendemos
que tanto las prisioneras como sus familiares no se atrevan a denunciar los
abusos de parte de los funcionarios de gendarmería, porque las consecuencias
están a la vista. La carcelera que provocó toda esta situación está
siendo protegida por su institución, negándonos entregar su
identificación, así como fueron protegidos los responsables de los 81
prisioneros calcinados vivos en ese mismo centro de exterminio. ¡¡Fueron
asesinadas 81 personas que estaban en manos del estado chileno y de gendarmería
y no hay responsables!! Hacemos un llamado a todos los familiares de
todos los presos y presas, a denunciar cada acto abusivo de parte de
gendarmería.
A pesar de los castigos y los riesgos que significa
enfrentarse al sistema carcelario, sobre todo cuando se tiene a un ser querido
ahí adentro en calidad de rehén, creemos que es necesario mantenernos dignos y
no dejarnos avasallar por el miedo y la prepotencia de quienes necesitan
sentirse “autoridad”, donde “vigilar y castigar” es el único sentido de su
vida.
Agradecemos a nuestra amada Tamara Sol por su gran acto de
valentía y dignidad estando ahí adentro. Ella, desde su indómito silencio
nos da lecciones de que las acciones no necesitan de tantas palabras, sino que
la decisión de hacerlas y la claridad que con ellas nos hacemos más dignos y
libres.
¡TAMARA SOL NO ESTÁS SOLA! ¡ESTAMOS CONTIGO HASTA LOGRAR TU
LIBERTAD!
Luisa Toledo
Sepúlveda
Manuel Vergara
Meza Ana Luisa
Vergara Toledo
Santiago, junio 21 de 2014
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