(Foto: Página Mujeres por la Democracia México) |
Saco con piedras al fondo del mar
x Verónica Quense
El día amanecía frío en los pequeños pasillos y
corredores del edificio tipo paredón, húmedo de orines y vómitos de borracho,
pisos de “vivienda social” chilena, herencia de la gestión pinochetista que
tenía como objetivo humillar y amontonar la dignidad de los rotos alzados, en
el menor espacio y tiempo posible, estrujándolos para sacar hasta la última
gota de rebeldía y acallar toda consigna guardada en el recuerdo de esas calles
de carnaval revolucionario donde no se presentía la inmensidad real del poder
del poder.
Ese amanecer bajó del nicho como cada día, a tomar una por
una las tres micros que la llevaran a los altos de la ciudad, a las cumbres
adormiladas de la riqueza que debía pulir y abrillantar durante el día,
disfrazada con el mismo uniforme impecable de la china antigua, la misma china
esclava de las añosas casas del fundo, la que ganaba el peor sueldo, la que
sostenía el peor trato, la que paría guachos del patrón, la trabajadora mas
peor de los trabajadores de Chile.
Y mientras la micro la llevaba por las costosas cuestas de
la historia de clases, miraba como se agrandaban las casas, como se
embellecían los jardines, las arboledas, los parques y pensaba en su niña
todavía adormilada en la oscuridad oliente a frío y parafina de ese hogar que
debía agradecer como quien agradece un paraguas o un puente en el río o
como un perro a su amo por un poco de comida.
Y su niña estaba en toma, su liceo como casi todos los
liceos de Chile estaban en toma y Gabriela era una de sus voceras,
hablaba del derecho a una educación de calidad, de la igualdad de
oportunidades, de la nacionalización del cobre, de la riqueza, del lucro,
de resistencia, de pueblo… palabras que le atemorizaban porque sabía lo que
había pasado la última vez que ellas formaron parte del canto popular, canto
acallado a balazos.
Conocía a sus patrones: la vida casi completa en sus
casas y los pobres eran pobres por flojos por curados, todos ladrones,
criminales, la raza mala, cochinos y mal alimentados y que por lo tanto
esto del movimiento de la educación eran solo un grupito de delincuentes
encapuchados que aprovechaban de saquear y hacer destrozos.
Eran ellos los que decidían y lo habían hecho hace
cuatrocientos años.
Pero la Gabriela creía que las cosas había que cambiarlas y
esa esperanza no se la iba a oscurecer ella con su amargura de vieja que ya no
cree. Sería el tiempo el que le cerraría poco a poco su sonrisa.
No fue el tiempo.
Esa noche, cuando llegó, la casa estaba vacía, la hija no
había llegado y el miedo la invadió. La esperó.
A las cinco de la mañana la encontró en la posta central,
herida, violada y con una mirada tan lejana que no se sabía si aún
estaba ahí.
Tres hombres
cuchillo
tres hombres
una niña
que agradeciera que no la mataban a la puta.
una a una
piedras para su vagina
Desaparecieron las palabras
el sol
las flores del ciruelo
el ciruelo
el tecito
el viento de primavera
el liceo
la educación
la calidad
la resistencia…
la noche para siempre calló sobre ellas
solo la noche
Los tres hombres fueron encontrados, los tres fueron
liberados los tres caminan los mismos edificios miserables, los mismos
basurales las mismas calles de estudiantes en toma, de trabajadores a la micro,
de ferias, de carretones y caballos, de sopaipillas de música y de tallas.
Los tres sonríen su hazaña porque, qué tanto?
Llenar de piedras la vagina de una mujer es llenar de
piedras una bolsa es llenar de piedras un saco harinero es llenar de piedras un
hoyo es llenar de piedras su vida y luego tirarla al mar para que se
hunda para siempre.
Eso mismo creyeron los pacos, eso mismo creyeron las leyes,
así que
qué tanto?
Hoy la vida continúa en la vivienda social de Gabriela
mientras su cuerpo se mese como un péndulo atado a la cuerda de la desesperanza.
(Gabriela es real, real su violación, real las
piedras, real la impunidad, real su suicidio)
Nota de Puntada con Hilo: ver en Terra: Joven violada se suicida porque autores quedan
en libertad
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