X Marta Güelfo Márquez*/La Réplica, Periodismo Incómodo
En ocasiones resulta muy cansado cargar con la perspectiva
de género a todas partes. Cuando se entra en contacto con el feminismo, cuando
entra a formar parte de nuestra vida de verdad, cuando se mezcla con nuestra
identidad y con nuestra personalidad, pocas veces hay vuelta atrás.
Las gafas violetas nos permiten no solo ver, sino observar,
analizar, descubrir, cuestionar, señalar, y sobre todo, explicar. Aplicando la
perspectiva de género, descubrimos explicaciones a muchas situaciones y hechos
que, aparentemente, no tenían una respuesta evidente: los puestos de
poder, los estereotipos, el canon de belleza, el espacio público, la violencia
de género, la brecha salarial y un largo etcétera precisan ser cuestionados y
analizados desde la perspectiva de género.
Cuando aplicamos esta perspectiva a un nivel
macrosistémico, lejano y abstracto es más sencillo conseguir consenso, puesto
que la desigualdad resulta más evidente y afecta menos (aparentemente) a la
vida diaria. Reconocemos fácilmente y aceptamos que es cierto que no tenemos
presidentas, que hay un tipo de violencia específica sobre las mujeres, o que
las madres cargan con todo el peso de los cuidados. Pero ¿qué pasa cuando
aplicamos esta perspectiva a nivel microsistémico, en lo cercano y tangible?
Cuando cuestionamos y señalamos el machismo que nos afecta día a día, que está
cerca, que forma parte de nuestra vida… es cuando toca lidiar con El
Neomachista.
Hoy en día no es fácil declararse abiertamente machista,
puesto que es una palabra que se relaciona con valores no deseados e incluso
antiguos. Y eso no es por casualidad, es el fruto de la lucha de las mujeres
durante siglos. Por eso el machismo se viste de nuevas formas, es menos
evidente y trata de hacerse más sutil, pero su objetivo sigue siendo mantener
los privilegios propios del patriarcado.
No es fácil lidiar día a día con El Neomachista. Pero como
en muchas ocasiones es más fácil llegar a las personas a través del diálogo
sereno, paciente, inteligente e incluso desde el humor, es bueno disponer de un
decálogo de detección y respuesta ante sus comentarios.
Con ustedes, El
Neomachista:
1) Yo no soy feminista ni machista, yo creo en la igualdad:
Este es un error muy frecuente producto del desconocimiento. El feminismo es un
movimiento que reivindica la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El
machismo se conforma por actitudes, conductas y creencias de superioridad del
hombre con respecto a la mujer.
2) También hay violencia de género contra los hombres: la
violencia de género no se da de la mujer hacia el hombre porque no existe un
sistema ideológico y cultural que oprima al hombre, sino a la mujer. La
violencia de género se da en la pareja o expareja, del hombre hacia la mujer y
tiene sus raíces en el patriarcado, el androcentrismo, el sentimiento de
posesión y la idea tradicional de amor romántico. Conforma un fenómeno social
que se da en todas las culturas y que provoca sólo en nuestro país 50, 60 ó 70
mujeres asesinadas al año por sus parejas o exparejas. Supone por tanto una
situación de emergencia que precisa respuestas educativas, sociales y políticas
concretas.
3) Existen muchas denuncias falsas: Según la Fiscalía
General del Estado, el porcentaje de denuncias falsas en materia de violencia
de género es de un 0,018%. Esta cifra habla por sí misma.
4) Eres una feminazi radical: No existe tal cosa. La palabra
feminazi ha sido inventada por el neomachismo para demonizar y ridiculizar al
movimiento feminista. Esta palabra ha sido utilizada incluso por neomachistas
de renombre como Arturo Pérez-Reverte para atacar al feminismo.
5) El lenguaje inclusivo es una tontería, acabaremos
diciendo sillas y sillos: El uso del lenguaje es importante en cuanto que con
él construimos nuestro pensamiento y nuestra representación mental. Aquello que
no se nombra, no se ve, y lo que no se ve, no existe. Nuestro lenguaje se ha
regulado en base a los valores sociales y culturales dominantes patriarcales y
androcéntricos, y es por esto por lo que debe ser cuestionado. Utilizar como
argumento el femenino y el masculino en cualquier sustantivo es un intento de
ridiculizar el lenguaje no sexista, que no tiene fundamento puesto que no hay
que diferenciar el género en aquellos sustantivos que no tienen sexo biológico
ni género.
6) Sois muy pesadas con eso del feminismo: sí, hay días que
nos levantamos y nos da por pelear y reivindicar nuestros derechos y nuestro
lugar en cualquier ámbito de nuestras vidas. Incluidos en aquellos contextos y
situaciones en los que la desigualdad no es fácilmente apreciable.
7) No es acoso, es un piropo: un piropo es algo agradable
que se dice a la cara de alguien conocido con respeto y con la intención de
animar y/o agradar a la persona a la que se le está diciendo o mostrarle
afecto. Silbar y/o gritar por la calle a una mujer desconocida algo relacionado
con su aspecto, su cuerpo y su ropa es acoso verbal.
8) Me da igual que sea un hombre o una mujer, lo que importa
es la persona: este argumento es muy repetido en organizaciones políticas o
sociales cuando se trata el tema de la paridad en listas o en cargos. Por
cuestiones relacionadas con la educación, la socialización, los estereotipos y
la falta de referentes es probable que el protagonismo, el liderazgo y el poder
de las organizaciones acabe siendo masculino. Herramientas paritarias como las
listas cremallera fomentan una participación más igualitaria y representativa.
9) También debería existir un día del hombre: el 8 de marzo
fue declarado el día Internacional de la Mujer Trabajadora por la ONU en 1975.
Conmemora las luchas de las mujeres obreras que reivindicaban sus derechos y la
igualdad en la sociedad. Actualmente aún vivimos en una sociedad que oprime a
la mujer y en la que la desigualdad en el ámbito laboral, económico, político y
familiar sigue siendo evidente, por lo que seguimos peleando y reivindicando
nuestros derechos cada día y, en especial, el 8 de marzo.
10) Ya hemos conseguido “la igualdad”: creer que las mujeres
ya estamos en igualdad de condiciones en todas las esferas de la vida es un
error frecuente. La infrarrepresentación política, la brecha salarial, las
mujeres asesinadas por sus parejas, el techo de cristal o el sobrecargo de los
cuidados nos indican todo lo contrario: vivimos en una sociedad desigual.
Cuando la perspectiva de género toca de cerca es cuando
verdaderamente se evidencia la amenaza a los privilegios, es cuando duele y es
cuando el cuestionamiento provoca respuestas a la defensiva de El Neomachista.
Por eso el feminismo molesta; por eso el feminismo, como
dice Nuria Varela, es un impertinente que cuestiona el orden establecido. Pero
es justo ahí, en la medida en que señala, cuestiona y nos permite explicar
incluso las formas más sutiles de opresión, cuando el feminismo se hace
necesario para avanzar hacia una sociedad igualitaria. Es por esto que el
feminismo es necesario porque nos hace crecer, el feminismo es necesario para
ser felices.
Foto: Campaña “No me llamo nena” (Madrid 2014).
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* Psicóloga, interprete de lengua de signos, activista social
y feminista. Forma parte del círculo de Podemos de El Puerto de Santa María
(Cádiz).
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