El Papa y la fascinación del mal…
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victoria aldunate morales
En las
festividades familiares de fin de año 2017 recordamos con mi mamá el exilio en
Mendoza desde el año 1974. Ahí salió al baile la visita del Papa y recordé a mi
abuela que murió en Mendoza luego de que debiera también exiliarse a sus cerca
de 70 años.
Mi abuela
era una católica inteligente que no
creía en el demonio, pero que comenzó a pensar que había personas demoniacas, atónita
ante la fascinación por el mal que
pareció movilizar -desde 11 de septiembre de 1973 en Chile- a quienes fueron
capaces de denunciarnos exponiéndonos a la muerte, la tortura, la desaparición.
Era una “fascinación” incomprensible para una mujer que profesaba la lógica de
compasión: padecer con el otro…
Así fue…
"La
fascinación del mal” de quienes son parte de una maquinaria “cuya finalidad declarada es hacer el bien", es una
frase del periodista Horacio Verbitsky[1] que investigó la
complicidad de la Iglesia católica argentina con la última dictadura militar.
La isla
El Silencio –en el área de Las Malvinas- perteneciente al Obispado argentino fue
convertida en un centro de detención clandestino de la Dictadura.
Cuando
observadores de derechos humanos en el año 1979 inspeccionaron la ESMA, otro
campo de exterminio perteneciente a la Armada, no encontraron ni rastros de la
gente encarcelada porque la Iglesia Católica argentina la había “reubicado” en su
Isla El Silencio que era el lugar habitual de veraneo del cardenal arzobispo de
Buenos Aires. El objetivo de la “reubicación” fue encubrir las violaciones a
los derechos humanos en Argentina. Los cómplices y verdugos debieron atravesar el
río Paraná con los detenidos: “Algunos iban con capucha”… “nos cagaron a palos
en el camino… Nos trasladaron en una lancha abierta, nos tiraron una lona
encima y llegamos a la isla... estaba también “Mariana” —Nora Irene Wolfson—,
que había sido apartada por haber sido violada”, relata Enrique Fukman,
un sobreviviente [2].
Jorge
Mario Bergoglio, alias Papa
Francisco, el año 79 era superior provincial de los jesuitas en Argentina y
desde su rol empoderado no se
pronunció en contra de la tortura. De hecho, el libro “El Silencio” relata el
caso de dos jesuitas secuestrados al sur de Buenos Aires, recluidos en
la ESMA[3], que Bergoglio
delató y a los cuales les retiró la protección de su orden religiosa para
dejarlos indefensos ante sus victimarios.
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Mariana, Nora Irene Wolfson, había sido apartada por haber sido violada |
Doy testimonio
En
Chile, la fascinación del mal de los momio-cristianos
se había mostrado de otra laya. La institución eclesiástica no se entregó a la
Dictadura, pero momios cristianos laicos, conocidos y desconocidos, habían sido
cómplices del Golpe y muchos denunciaron a quienes hoy son desaparecidos y
ejecutados políticos. Despreciaron nuestras vidas de niñas, niños, jóvenes,
adultos y viejos porque éramos indigestos para sus intereses oligarcas y
burgueses, y también para sus –fantasiosos- intereses arribistas en el caso de los
propios vecinos que teníamos en nuestras poblaciones. Había que estirparnos
como “cáncer”. Nos borraban.
Mi
abuela no lograba contener su estupor, había vivido que González Videla, el
traidor, se llevara a su marido a un campo de concentración, pero esto parecía mucho
peor, se habían perfeccionado en su perversidad: el mismo demonio, inexistente hasta entonces, se había
alojado acá.
Años
antes de toda esta desgracias, mi abuela preparaba mi primera comunión y aceptarlo, para mí, había sido un entretenido motivo
de rebelión contra un padre ateo. Encontrarle la razón a mi abuela y rezar unas
pocas oraciones -que no he olvidado- me sostenían temeraria en momentos de
confusión: el Padre nuestro, Dios te
Salve María y sobre todo el Angel de
la Guarda -que para mi caso podía ser de
la Guardia- eran un mantra para que Dios existiera. De hecho parecía que luego
del golpe cuando nadie podía cuidarme, ese Dios sí lo hacía: Me había salvado de no ser yo la niña
destrozada en un cajón con la ráfaga en el pecho, en vez de mi amigo de 16 años
con su rostro amoratado y su cuerpo en girones.
En
Mendoza entonces, mi decisión en nombre de mi abuela y en rebelión contra el
ateísmo sobre-ideologizado de izquierdas, era hacer la primera comunión.
El
año 1975 yo tenía 13 años, tal vez era marzo, decidí ir a una de las Parroquias
del barrio, en el sector empobrecido del barrio Dorrego al que había llegado a
vivir.
Ya en
febrero en Argentina había comenzado el “Operativo Independencia”, preludio del
Golpe del 76. Iban a aniquilar a la
guerrilla. El país se militarizó en connivencia con Chile, Bolivia y otros
países del cono sur dictatorial, vino una ola de represión. Mi padre dijo: ¡No hablamos con nadie, hacemos como que no
somos nadie!... De borrados del mapa
a invisibles.
Por
su puesto no le hice caso y le dije al cura de la parroquia que yo quería hacer la primera comunión y que
venía de Chile donde mis padres eran perseguidos… Curas y monjas en Chile
crearon la Vicaría de la Solidaridad y nos protegieron, entonces este cura debía ser piadoso con los perseguidos ¿O no?... Me
miró con desprecio, me habló apenas (como si yo no lo mereciera)… Ante él había
una adolescente con minifalda, migrante, de un país más moreno y pobre que el suyo -muy distinto al Chile neoliberal
actual-. El cura demando que mi madre viniera y me dejó ahí parada. Se fue a su
oficina (o lo que sea que tienen los curas en sus iglesias). A los pocos días mi
madre se peleó a gritos con el tipo en su parroquia. El le dijo “subversiva” y
que yo hiciera la primera comunión al
cumplir los 18. Mi mamá le gritó entonces: “¡Cuando mi hija tenga 18 ya no
va a creer en tu mierda!”. Dicho y hecho.
Bergoglio contra los “zurdos”
No es
sorprendente la colaboración de Bergoglio con la Dictadura argentina. Su
Iglesia apoyó a la Dictadura. El nuncio papal argentino de ese entonces Pio
Laghi dijo: “…los valores cristianos están amenazados por la agresión de
una ideología…”[4]. Esa “ideología” amenazante era una que yo aprendí de
niña: “porque ahora ya no se trata de
cambiar un presidente será el pueblo quien decida…”… ¿Poesía política?, tal vez, pero ni se compara con la fascinación del mal de milenios demoniacos
de la santa Iglesia genocida de Bergoglio.
Hace
un par de años no más, alias Papa Francisco dijo que los cristianos y
laicos de Osorno que rechazan al obispo Juan Barros, encubridor del pedófilo
abusador Karadima, eran “unos zurdos”, y para él era una ofensa. Todo calza:
Bergolglio, alias Papa Francisco es un representante de la fascinación cristiana
por el mal.
[1] Horacio Verbitsky
es autor del libro “El Silencio” de la Ed. Sudamericana, Buenos Aires 2005.
[2] Argentina. Informe Especial: Los sobrevivientes de
la ESMA regresaron a la Isla El Silencio
[3] Escuela de Mecánica
de la Armada.
[4] “El jesuita Jorge
Mario Bergoglio fue públicamente denunciado por su colaboración con los
militares. Francisco I, el Papa que colaboró con la dictadura argentina.
Cristóbal García Vera, Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165277